-"Trabajamos con todos los profesores, menos con él". Me respondíó, con un tono extraño como salpicado de ironía y enojo, el poco simpatico vendedor de apuntes. No era el primero que había rechazado mi pedido. Ese día fue toda una hasaña obtener esas fotocopias.
Busqué en mis hojas y encontré finalmente la dirección donde podría obtenerlo.
Al llegar al lugar me atiende un excentrico vendedor luciendo rulos y anteojos muy grandes. Una vez que realizo el pedido descubro que en mi billetera no tenía el dinero suficiente. ¡Que mal!. Este muchacho me recomendó usar el cajero de la universidad.
Acto seguido salí a bsucar por las calles un banco, hasta que a unas cuadras de allí, sobre la Avenida Córdoba encontré uno.
Supongo se imaginarán el resto de la historia.
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